La política antiterrorista de la Administración Bush pone a prueba la libertad de prensa
Cuando el presidente norteamericano George W.Bush ha emprendido, el 22 de mayo, un viaje por Europa, Reporteros Sin Fronteras recuerda las trabas impuestas por la Administración norteamericana a la libertad de prensa, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El 11 de septiembre de 2001, tan solo unas pocas horas después de los atentados contra el World Trade Center, agentes del Federal Bureau of Investigation (FBI) se presentaron en los locales de los proveedores de acceso a Internet AOL, Earthlink y Hotmail, para instalar en sus servidores el programa Carnivore, que permite interceptar las comunicaciones electrónicas de sus clientes. El objetivo de la visita era encontrar eventual indicios, dejados en la Red, por los autores de los atentados. El control de la información en la Red se legalizó definitivamente el 24 de octubre de 2001, cuando la Cámara de Representantes norteamericanos Aprobó la "Patriot Act". Esta ley antiterrorista permite al FBI colocar el sistema Carnivore en la red de un proveedor de acceso a Internet, con el fin de vigilar la circulación de mensajes electrónicos, y de conservar los rastros de la navegación por la web de una persona sospechosa de estar en contacto con una potencia extranjera. Para ello, sólo se requirirá la aprobación de una jurisdición especial cuyas actividades son confidenciales. Las medidas adoptadas prevén igualmente la flexibilización de las leyes que regulan las escuchas telefónicas. Más allá del respeto por la vida privada, lo que se cuestiona, con este cheque en blanco otorgado al FBI, es el secreto de las fuentes de los periodistas. Y más aun porque los programas de cifrado, que permiten a los internautas cifrar los mensajes para proteger su contenido, ya se han visto perjudicados por el programa "Linterna Mágica" ("Magic Lantern") del FBI. Enviado, a su vez, a los internautas por e-mail, este virus, del tipo "espía de teclado", registra las teclas que tocan, permitiendo así al FBI identificar la clave de cifrado de los usuarios de los programas de cifrado. Tras las revelaciones de la prensa a este respecto, la agencia de información norteamericana desmintió que dispusiera de esa herramienta, pero reconoció estar trabajando en su concepción. Guerra de Afganistán: la información estrechamente vigilada
A partir del 7 de octubre de 2001, fecha del lanzamiento de Libertad Duradera, la operación emprendida por el ejército norteamericano en Afganistán, el Pentágono intentó controlar las imágenes del conflicto. Un contrato de exclusividad, firmado con la empresa Space Imaging, prohibió a ésta "vender, distribuir, compartir o proporcionar (las imágenes tomadas por el satélite Ikonos)" a los medios de comunicación, privándoles de las imágenes de los impactos de los bombardeos norteamericanos tomadas por Ikonos, el satélite civil que proporciona la mejor resolución. Por otra parte, una decena de medios de comunicación que cubren las operaciones militares enfrentaron puntualmente trabas impuestas por las fuerzas especiales norteamericanas. Y, al menos cinco periodistas y colaboradores de los medios fueron golpeados o amenazados de ejecución, por los soldados norteamericanos y sus aliados afganos. El 10 de abril de 2002, Ebadullah Ebadi, traductor y asistente del diario norteamericano Boston Globe, fue golpeado violentamente por combatientes afganos enrolados junto a las fuerzas especiales US, ante la mirada de militares norteamericanos. El Washington Post subrayó "que, en comparación con otras guerras recientes, bajo Rumsfeld, el Pentágono ha impuesto controles más estrictos para el acceso de los periodistas a las operaciones militares y a los oficiales superiores". Se impusieron restricciones en el seno de la propia radio pública Voice of America. En diciembre de 2001, en una nota dirigida a los responsables de la redacción, Bob Reilly, director de Voice of America, les pidió que aplicaran una ley aprobada por el Congreso, que prohibe la difusión por radio "de entrevistas con oficiales de naciones que apoyan el terrorismo, o con representantes de organizaciones terroristas". Los medios de comunicación extranjeros también se vieron afectados. El 12 de noviembre, el ejército de Estados Unidos bombardeó en Kabul los locales del canal de televisión con sede en Qatar, Al Jazira, provocando importantes daños materiales. En febrero de 2002, el Pentágono se negó a abrir una investigación argumentando que el inmueble, sospechoso de esconder a elementos de Al Qaeda, era un objetivo militar. No se han presentado excusas al canal de televisión, frecuentemente acusado por la Administración norteamericana de conceder demasiado la palabra a Ossama Ben Laden, y de "animar sentimientos anti-norteamericanos" en Oriente Medio. Por su parte, las instalaciones de los medios afganos bajo control de los talebanes, Radio Shariat y la televisión -prohibida desde 1996-, fueron bombardeados en octubre de 2001. Dificultades para el acceso a Guantánamo
El 11 de enero de 2001, algunos periodistas de CNN, CBS y The Army Times, entre otros, fueron autorizados a fotografiar y filmar, en Kabul, el embarque de veinte prisioneros para la base militar de Guantánamo (Cuba). Una vez que salieron los prisioneros, a los periodistas se les notificó la prohibición de difundir esas imágenes. Un portavoz del Pentágono explicó que eran contrarias a los tratados internacionales, porque "degradaban" a los prisioneros. Varios medios de comunicación se saltaron la prohibición. Después de esta experiencia, varios meses más tarde el Pentágono invocó motivos de seguridad para prohibir que la prensa cubriera el traslado de algunos detenidos desde el campo de X-Ray al de Delta, en la base de Guantánamo. El 26 de abril, un portavoz del ejército declaró a la prensa que "la consigna es que no haremos ningún comentario, sobre el traslado de presos, hasta que haya terminado". Anteriormente, se había concedido a la prensa un acceso limitado, para cubrir la construcción de Camp Delta. La tentación de la manipulación
En varias ocasiones, la administración del presidente Bush ha intentado restringir, o controlar, la circulación de la información. Una tentación que ha chocado con resistencias que dan testimonio de la sólida tradición democrática del país. El 5 de octubre de 2001, el presidente Bush, invocando motivos de seguridad nacional, dio instrucciones a los principales miembros de su gobierno para que no transmitieran determinadas informaciones confidenciales a los parlamentarios, por temor a "fugas" en la prensa. Algunos días antes, el diario Washington Post publicó un titular sobre la información recibida por los parlamentarios según la cual existían grandes probabilidades de un nuevo ataque terrorista contra Estados Unidos. Poco después, el Presidente tuvo que dar marcha atrás, como consecuencia de una viva reacción de los parlamentarios. El 19 de febrero de 2002, el diario New York Times reveló que la Oficina de Influencia Estratégica (OSI, Office of Strategic Influence), un servicio del Departamento de Estado de Defensa, proponía recurrir a la difusión de informaciones falsas, entre los medios de comunicación extranjeros. En este momento, la administración temía que, en el extranjero, la guerra contra el terrorismo se percibiera como una guerra contra el islam. Poco después de la indignación que provocaron estas revelaciones, Ari Fleischer, portavoz de la Casa Blanca, afirmó que Bush ignoraba totalmente el proyecto de la OSI, y ordenó el cierre de esa institución porque, según Donald Rumsfeld, "el Pentágono no miente al pueblo norteamericano" ni "a las audiencias extranjeras". El mal ejemplo
Varios países autoritarios, como Túnez, se han apropiado de la bandera antiterrorista para poder ahogar mejor a la prensa crítica, acusada de estar haciendo el juego a quienes ponen las bombas. En China, el régimen comunista ha intensificado la represión contra las publicaciones no autorizadas en la región de Xinjiang, de mayoría uigur, donde los separatistas musulmanes se han convertido en "terroristas" financiados por Ossama Ben Laden. En esa región, la Administración china ha procedido al secuestro y la destrucción de muchos libros y publicaciones. Un responsable local del Partido Comunista lo reconoce: "La campaña antiterrorista, emprendida desde el 11 de septiembre a escala planetaria, ha ayudado a las autoridades chinas a reforzar la represión ejercida contra la minoría musulmana" de esa provincia. Durante su viaje por Rusia en noviembre de 2001, Lord Robertson, secretario general de la OTAN, declaró dirigiéndose a su anfitrión ruso, que acaba de situarse tras Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo: "Ciertamente, vemos de manera diferente la plaga del terrorismo en Chechenia". Una declaración emblemática acerca de la manera en que se ha relegado a un segundo plano, en la política exterior norteamericana, el tema del respeto a los derechos humanos. Unas palabras que también tranquilizaron al ejército ruso, muy preocupado por llevar a cabo en Chechenia una guerra sin testigos, y que controla fuertemente el acceso de la prensa a esa región. Recomendaciones
Reporteros Sin Fronteras pide al presidente G.W. Bush:
- que respete el carácter privado de las informaciones que circulan por Internet, entre otras cosas ordenando al FBI que no recurra a programas espías, tales como el "Carnivore" y el "Linterna Mágica", sin un estricto control judicial. - Que respete el principio de la libre circulación de los periodistas en Afganistán y en Guantánamo, de acuerdo con el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ratificado por Estados Unidos. - Que vuelva a colocar, en el centro de sus relaciones exteriores, el respeto por los derechos humanos. Reporteros Sin Fronteras pide a los jefes de Estado alemán, francés e italiano que apoyen sus recomendaciones, con su homólogo norteamericano.