En las últimas semanas, y según su abogado que le visitó en julio pasado, se ha deteriorado gravemente la salud física y mental de Sami Al-Haj, detenido en Guantánamo. En huelga de hambre desde hace varios meses, los militares norteamericanos le están alimentando a la fuerza. Teme que si no le ponen en libertad no sobrevirirá mucho tiempo.
Reporteros sin Fronteras está muy preocupada por la suerte de Sami Al-Haj, detenido en Guantánamo desde junio de 2002. Su abogado, cuyas notas censuraron los militares en su última visita a la base militar, ha dicho el 21 de agosto de 2007 que en los últimos días ha empeorado considerablemente el estado de salud, mental y físico, del camarógrafo sudanés. Le habría comunicado los temores que tiene en cuanto a su supervivencia, refiriéndose a la muerte de cuatro presos en poco más de un año.
“Estamos muy preocupados por el estado de salud de Sami Al-Haj, y condenamos con firmeza las represalias que él, y otros presos, padecen por haber sobrevivido a una huelga de hambre. No le aninamos a que continúe con esa actuación desesperada, pero los militares norteamericanos no tienen derecho a alimentarle a la fuerza. Por otra parte, es inadmissible que se controle y censure el contenido de las entrevistas entre los abogados y sus clientes internados en Guantánamo. Esperamos que al final Sami Al-Haj salga en libertad, y que se garanticen sus derechos constitucionales”, ha declarado la organización.
Clive Stafford Smith acudió a Guantánamo, a pincipios de julio, para ver a su cliente, pero no le han devuelto las notas que tomó hasta la semana pasada, y con numerosas tachaduras. En un comunicado asegura que Sami Al-Haj tiene problemas intestinales y que, desde que comenzó una huelga de hambre en diciembre de 2006, ha perdido dieciocho kilos. Una información que ha sido desmentida por Rick Haupt, portavoz de la base militar, quien asegura que el preso tiene un peso “ideal”.
El abogado observó también que ha empeorado el estado psíquico de su cliente. Durante la entrevista que mantuvieron el camarógrafo tenía grandes dificultades para concentrarse, y para expresarse en ingles. También se mostraba muy inquieto y tiene accesos de paranoia. Teme morir si no mejora su situación.
“Sami Al-Haj solo pide una cosa, que se le conceda un juicio equitativo o que se le ponga en libertad”, ha manifestado Clive Stafford Smith en un texto recibido por Reporteros sin Fronteras. “Pero los militares norteamericanos están decididos a negarle ese derecho. Cuando le vi recientemente se encontraba en muy mal estado de salud, física y mental, y hablaba de su muerte. Es más urgente que nunca que le pongan en libertad”.
Sami Al-Haj le dijo a su abogado que han empeorado sensiblemente las condiciones de su encarcelamiento, y que los guardianes atacan con frecuencia a los detenidos que hacen huelga de hambre, por ejemplo atándoles con las cadenas más dolorosas. “Nunca he causado problemas a los militares, pero me están castigando a lo largo del tiempo”, le dijo.
El camarógrafo describió también a Clive Stafford Smith la forma en que algunas “enfermeras” poco experimentadas herían a los presos, al forzarles a alimentarse con unos tubos de gran diámetro, que a veces rozan los pulmones.
Por su parte, Rick Haupt manifesto que, gracias a los “esfuerzos” del equipo médico, ninguno de lo detenidos en huelga de hambre se encuentra en peligro de muerte. Pero, según Sami Al-Haj, los medicos son inútiles y jamás acceden a ninguna de sus peticiones: “Tenemos más confianza en los guardianes que en los médicos, que no hacen nada por nuestra salud”. Desde junio de 2006 en Guantánamo han muerto cuatro presos, como consecuencia de las huelgas de hambre y la alimentación forzada.
Recientemente, un periódico sudanés ha publicado un artículo en el que anuncia que las autoridades norteamericanas tienen intención de poner pronto en libertad a Sami Al-Haj, pero según Clive Stafford Smith el gobierno de Sudán habría aconsejado a la familia del camarógrafo que no hiciera caso de esas informaciones, que no son más que “rumores”.
A Sami Al-Haj, de 38 años, ayudante de cámara en el canal qatarí Al-Jazira y padre de un niño pequeño, le detuvieron las fuerzas de seguridad paquistaníes en diciembre de 2001, en la frontera entre Afganistán y Pakistán, y seis meses más tarde lo entregaron al ejército norteamericano. Nunca se le ha inculpado de la menor cosa.